Humanidad deshumanizada

La evolución humana, el largo recorrido que lleva el ser humano con todas las transiciones y mutaciones vividas, no puede ponerse en duda. Cuando hablamos de evolución, personalmente tiendo a relacionar esta palabra con algo positivo, el uso de la palabra evolucionar suele connotar (o a mí me lo parece) un avance, un progreso favorable. ¿A vosotras os suele pasar lo mismo?

Veamos la definición de la palabra «evolucionar»:

1. intr. Dicho de un organismo o de otra cosa: Desenvolverse o desarrollarse, pasando de un estado a otro; 2. intr. Mudar de actitud, de conduta o de propósito; 3. intr. Desplazarse describiendo curvas o vueltas; 4. intr. Dicho de una tropa de soldados o de un buque: Hacer movimientos consistentes en pasar de unas formaciones a otras para atacar al enemigo o defenderse de él; 5. intr. Dicho de una teoría o de una idea: Desarrollarse o transformarse.

Diccionario de la lengua española (Versión online, actualización 2021). Real Academia Española

Esta definición para mí es bastante reveladora, en el sentido de que ya respalda mis sospechas: una evolución no necesariamente significa algo positivo. Que cambiemos de forma, de actitud o ideología no quiere decir que las nuevas que adoptemos sean un cambio favorable. Está claro que independientemente de para qué o para quién sí pueda considerarse positivo, siempre habrá damnificados. Y en este caso me apetece remarcar que en muchísimas ocasiones los daños los recibe generalmente el propio ser humano y, en concreto, su salud mental.

Hoy en día se nos hace tremendamente difícil poder llevar una vida libre de estrés. El trabajo, el cuidado de nuestros familiares, la maternidad, la paternidad, los horarios, los sueldos, los prejuicios, lo correcto y adecuado, lo que toca, lo que hay…

Quién no habrá escuchado alguna vez: «pues si no se puede permitir tres hijos que no los tenga»; «es lo que hay, o aguanto este horario intempestivo o pierdo mi puesto»; «qué asco, vaya pelos lleva esa chica en el sobaco»; «tía, te has manchado el pantalón de sangre, toma mi jersey, tápate rápido». Estas frases pueden parecer muy variopintas, pero todas tienen algo en común: la tan arraigada no aceptación de la naturaleza humana. A nivel social e individual, y lo preocupante es que lo tenemos asumidísimo.

Todos sucumbimos a estas conductas, a veces sin siquiera cuestionarlas. Por eso me encanta ver a quien sí las cuestiona o pone en el punto de mira, las nuevas generaciones a mí me dan mucha esperanza. Por supuesto que las cosas son como son, ¿pero por qué tenemos que sufrir tanto para adaptarnos a estas (con perdón) mierdas?

Las obligaciones nos alejan de nuestros ritmos naturales. Nuestros ritmos circadianos están alteradísimos; nuestros ciclos menstruales no pueden transcurrir con naturalidad (además de estar muy mal vistos, pero este ya es otro tema); nuestra naturaleza biológica debe adaptarse para cumplir con los criterios estéticos; no podemos crear una familia porque para muchos es imposible mantenerla, tanto a nivel económico como afectivo, no disponemos ni del dinero ni del tiempo para nutrirla como realmente es debido. Y a parte de tener que ser conscientes de todo esto, como no puedas quedarte dentro de estos límites establecidos, vas a ser juzgada eternamente. Por los demás, por ti, por tu familia, el estado, el entorno laboral, el vecino, etc.

Es realmente complicado tener una vida tranquila, satisfactoria y existosa sin que se vea afectada nuestra salud. Ajustarse a lo criterios impuestos es lo que suele hacerlo tan difícil. Esta frase parece haberse convertido en cliché, pero estoy de acuerdo 100% y creo que debemos tenerla muy presente:

No es signo de buena salud el estar bien adaptado a una sociedad profundamente enferma.

Jiddu Krishnamurti

Con esto no quiero decir que toda evolución hasta el día de hoy haya sido negativa o en vano. Pero sí nos estamos dando mucha cuenta de que hay aspectos cotidianos que estaban muchísimo mejor antes de sufrir según qué adaptaciones. Estamos redescubriendo cosas que parecían anticuadas, pasadas de moda, aberraciones, con ojos de curiosidad, aceptación y hasta admiración, e incluso las estamos volviendo a incluír en nuestro día a día. Y lo estamos haciendo porque hemos comprobado que nos hacen bien, que nos sentimos mejor y hacemos sentir mejor a las personas de nuestro entorno. Nos aportan bienestar y tranquilidad.

  • Los padres y madres que pueden se plantean llevar a su descendencia a madres de día en lugar de guarderías, o a una guardería donde la educación transcurre en la naturaleza. Un bebé requiere dedicadísima atención, un niño necesita interaccionar con su entorno inmediato en unas condiciones óptimas, además de experimentar con la naturaleza.
  • Muchas empresas con sistemas automatizados están ahora dedicándose a poder nuevamente dar tratos más personalizados, más humanizados al fin y al cabo, porque eso les reporta más ventas. Todos hemos tenido pesadillas con servicios de atención al cliente a través de un asistente virtual. Pues ahora hay muchísimas empresas que se dedican específicamente a ofrecer servicios íntegros de atención al cliente personalizados, devolverle la humanidad a las empresas que decidieron apostar por la evolución tecnológica y deshacerse de ella. TODOS buscamos un trato directo y personalizado.
  • Cada vez más mujeres intentamos rechazar los criterios estéticos que se nos imponen. Y aunque no ha sido fácil me encanta ver que ha servido: veo más mujeres jóvenes que deciden no depilarse o dejar de usar maquillaje. Y en términos de la menstruación, está dejando de ser una gran desconocida. Queremos entender nuestro ciclo, y tenemos derecho y tendencia natural a estar con más ganas y con menos según el momento de nuestro ciclo menstrual. Si precisamente existe el síndrome premenstrual es porque las obligaciones e imposiciones no nos dejan escuchar a nuestro cuerpo para aislarnos o descansar en los momentos que más lo necesitamos. Y aunque ahora hay una ley en España que nos permite pedir la baja en estos días, se sigue teniendo que ser muy valiente para ser capaz de solicitarla y afrontar sus consecuencias. ¿Y la lactancia? Otra gran castigada por tener que oprimirla, algo tan natural como que el bebé se alimente con los nutrientes hechos específicamente para su cuidado.

Debemos reflexionar: la deshumanización de la humanidad a la que debemos hacer frente para permanecer a flote es realmente agotadora. Necesitamos ponerla en el foco e intentar cambiar las cosas. Respetar la naturaleza humana y dejar lugar para que pueda ser satisfecha: aquí creo que reside gran parte del mecanismo de acción hacia una sociedad más libre de dificultades, experiencias o trastornos mentales.

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